domingo, 6 de mayo de 2012

Violetas de marzo, Philip Kerr

Berlín, 1936. Bernie Gunther creía estar curado de espantos, pero ahora que ha abandonado el cuerpo de policia y se ha hecho investigador privado, el recuerdo más sórdido del Berlín de toda la vida le resulta incluso entrañable. Al menos si lo mira desde la perspectiva de la subcultura nazi, en la quecada n uevo caso parece hundirle un poco más. Violetas de marzo, eufemismo usado por los primeros naciona-socialistas para referirse a los advenedizos, da inicio a una tetralogía narradad desde un punto de vista dolorosamente privilegiado, situada en momentos clave del espantoso transcurso de la Europa del siglo, que en la obra de Kerr se parece mucho a la historia universal de la humanidad.

Violetas de marzo es la primera aventura de Bernhard (Bernie) Gunther, un detective con una personalidad y un sentido del humor bastante peculiares. Ambientada en la Alemania nazi durante los años previos a la Segunda Guerra Mundial, Kerr nos cuenta una historia en la que se verán implicados intereses políticos, venganzas y celos amorosos.

El título hace referencia a aquellas personas que se subieron al carro del nacionalsocialismo después de que éste se hiciera con el poder en Alemania.

En un Berlín preparado para la inauguración de los Juegos Olímpicos, Bernie Gunther será contratado por un excéntrico millonario para investigar la muerte de su hija y el novio de ésta, así como de la desaparición de un collar. Un caso en apariencia sencilla pero que llevará a Bernie a tratar con altos cargos de las SS, la Gestapo y otras organizaciones de la época. La ambientación histórica es importante pero no destaca hasta el punto de darnos la sensación de que el caso a investigar sea sólo una excusa para contarnos los tejemanejes del nazismo, y eso se agradece.

La novela está llena de pequeños detalles con los que podemos hacernos una idea bastante fundamentada de cómo era la vida en aquella época. Detalles como que en una cafetería se anuncie que esa noche allí se podía ver el discurso (tal y cómo ahora podríamos ver el anuncio de un partido de futbol) o la obligación, en ciertos ámbitos, de hacer el saludo con el brazo estirado.

El libro es muy interesante. La forma en que Kerr nos va metiendo en la historia y como ésta se va desarrollando y va creciendo a medida que Gunther avanza en sus investigaciones está muy bien llevada. Quizás el final sea excesivamente largo puesto que mucho antes del final ya se podría considerar que tiene indicios suficientes para esclarecer el caso, pero nos quedaríamos sin la última parte de la novela en la que Kerr nos cuenta el horror de los campos de concentración.

Sobre Bernie Gunther, a mi me gustó mucho, pero entiendo que es un personaje hecho a la medida para que guste. Se podría considerar que es demasiado “comercial”, por decirlo de alguna manera. Con una forma de ser muy peculiar en la que predominan la indiferencia, el pasotismo y la grosería dirigida que recuerda mucho a otros detectives clásicos de la novela negra, Bernie es uno de los mayores alicientes de la novela.